La envidia no es un monstruo que haya que esconder…no es un sentimiento que te convierta en “mal@”. Ningún sentimiento podría nunca convertirte en indign@…
La envidia nos habla del dolor de un niño solitario que necesita a su propio adulto recordándole que todo aquello que brilla fuera no es más que un reflejo de lo que brilla dentro; que no existe en el mundo un niño (de cualquier edad) menos precioso que otro, menos capaz ni menos merecedor que otro…
Hay que abrazar la envidia expresada por ese niño maravilloso que habita en cualquiera de nosotros. Hay que abrazar a ese niñ@ y a su dolor. Hay que abrir las puertas y dejarse deslumbrar por el propio brillo interior.