Érase una vez un teatro llamado TEATRO VIDA. Tenía dos escenarios. Uno de ellos se llamaba escenario DRAMA y se referían al segundo como el escenario LUZ. No todos conocían la existencia del segundo escenario, pues era más habitual utilizar el primero. De hecho, durante muchas y muchas generaciones nos habían educado para amoldarnos a Drama a la perfección.
Así, yo, como casi todo el mundo, y al no conocer otra opción, empecé a representar la obra de mi vida en el escenario para el que fui preparada: Drama. Ya me conocía las normas y el funcionamiento, pues se transmitían verbal y genéticamente de generación en generación. Mis padres, familia y entorno utilizaban éste para representar sus vidas, así que yo no iba a ser diferente.
Cuando llegué, ya estaban dispuestos algunos de los grandes personajes habituales en Drama, unos personajes que compartimos todos los que representamos en este escenario nuestras vidas y cuya misión es velar por el buen funcionamiento de toda obra que allí se represente: El primero, el director, señor DUALIDAD, que gusta de separar las cosas, las emociones y la vida en general en buenas y malas, bonitas y feas, deseables y no deseables, aceptables y no aceptables…
Para esta tarea tan amena, Dualidad había contratado a otro personaje, un tal señor JUICIO, quien aún hoy en día es el encargado de revisar mi vida (y la de cualquiera) y de etiquetar todo aquello que en ella sucede. Lo estudia con detenimiento y lo contrasta con un manual de instrucciones que tiene siempre a mano para consultar si aquello que hago, digo, pienso o siento es bueno o malo, bonito o feo, aceptable o no aceptable… Una vez consultado en el manual, concluye y me indica como debo sentirme; y yo, como me enseñaron a ser obediente, antes, ahora ya no, hacía lo que se me ordenaba: Si aquello que había hecho, dicho, pensado o sentido era bueno, bonito o aceptable, debía sentirme bien y tenía permiso para sentirme feliz, alegre, para celebrar; si aquello que había hecho, dicho, pensado o sentido era malo, feo o inaceptable, debía sentirme mal y estar dispuesta a recibir la visita de una tal señora CULPA, quien se encargaría de acompañarme a todas partes y de asegurarse de que me siguiera sintiendo mal por lo que había hecho, dicho, pensado o sentido. Era y es realmente incómodo ir acompañada de esta señora. Además, siempre que la gente que actúa en mi obra me ven acompañada de la señora Culpa, tienen, como tengo yo también, instrucciones estrictas del señor Dualidad de RECHAZARME, es decir, de restarme puntos de mi carné de ser amada y eso no nos gusta ni pizca a ninguno de nosotros… entonces la hemos liado y nos llenamos de MIEDO, el gran señor de Drama.
En estas condiciones, rodeada por estos personajes, pasé unos años representando la obra de mi vida y alimentándome y nutriéndome siempre que me fue posible de otros personajes que se dejan ver en Drama tanto como pueden para recordarnos que existen: El rey del teatro, AMOR y algunos de sus más fieles súbditos como ALEGRÍA, RESPONSABILIDAD, CREATIVIDAD, JUEGO, GRATITUD y PAZ.
No fueron muchos los momentos en que me nutrí de Amor, ni de una forma suficientemente pura como para quedar saciada.
Pero debo aclarar que durante los primeros años de mi obra no fui consciente de ello. Como la mayoría de los niños, disfrutaba del AHORA, tanto como podía, y llenaba mis días de Juego, mientras acumulaba carencias silenciosas en un cajón y aprendía sin darme cuenta el gran arte del Drama o “Como conseguir sentirte amada por los demás sin amarte: el arte de la dependencia.”
Afortunadamente, existe una vocecilla interior que escapa a todos los personajes condicionantes y limitantes. ¡Debemos escucharla! Pues ella conoce el camino que lleva a LIBERTAD. Me han dicho que tiene relación directa con el mandamás… es amiga de AMOR y sabe bien como llegar a él.
Muy afortunadamente, mi voz interior siempre ha sido muy chillona: Cuanto menos la escucho más chilla y no se calla hasta que ha obtenido la atención que reclamaba.
Así, tras unos años siendo obediente y tratando de hallar la manera de sentirme cómoda en un escenario tan poco acogedor vestida con unas ropas que tanto me oprimían, un día mi voz interior gritó más que nunca: “¡No es aquí!, ¡No es aquí!, ¡No es aquí! Existe un escenario donde todo es más fácil, agradable y luminoso. Existe un escenario menos agotador. No es necesario pasar la vida apartando pesadas piedras del escenario de siempre, simplemente… ¡Cambia de escenario! Yo te lo cuento, si me escuchas atentamente y no me obligas a gritar.”
Resultó que si había otro escenario donde representar mi obra (y la de cualquiera) y era, efectivamente, mucho más fácil, agradable y luminoso… más Libre. En éste, como en Drama, Amor es quien manda más, manda más que Miedo, pero aquí, al estar mejor iluminado se puede ver mucho más claramente. En este escenario hay la opción de representar tu vida como si de un Juego se tratase, y es una muy buena opción porqué cuando entras en la energía del Juego, todos los personajes de Drama se van corriendo, pues no les gusta Jugar.
CUANDO CONVIERTES TU VIDA EN UN JUEGO
TODOS LOS MIEDOS DESAPARECEN.
Al gran señor de Drama, Miedo, no le gusta la Luz. Jugar es encender Luz.
A Miedo no le gusta el momento presente, él se alimenta de los recuerdos del pasado y de la incertidumbre del futuro. Jugar te trae Aquí, Ahora.
A Miedo le gusta hacernos sentir pequeños para sentirse grande. Jugar nos lleva a casa de una gran dama, ALEGRÍA, a quién le gusta mucho recordarnos que somos GRANDES y que somos CREADORES, mira… así se divierte ella!
En este fantástico escenario, dirigido por el señor UNICIDAD, todos los DOS se convierten en UNO pues aquí no trabaja el señor Juicio separando a troche y moche. Y todo aquel que representa su obra en este escenario, mejor iluminado, ve con claridad que la Sombra es simplemente falta de Luz, no su contrincante, así como el cuarto creciente no es enemigo de la luna llena. No son dos… son una: llena o limitada. Y todo está bien. Y todo es igualmente SAGRADO. Por ello, aquí la LUCHA pierde su sentido y su razón de ser.
El señor Unicidad, al igual que hizo el señor Dualidad, contrató un ayudante. Quién se encarga de ayudar a Unicidad es una tal Responsabilidad, una mujer muy sabia que cada vez que me sorprende perdiéndome en la apariencia, me recuerda que soy YO misma la encargada de amarme, cuidarme, protegerme y de sanar mis heridas. Ella me cuenta que cada vez que pido a los demás Responsabilidad sobre mi bienestar, es como pedir al espejo responsabilidad sobre el grano de mi nariz. El espejo me muestra MI grano como el otro me muestra MI herida. Y no tiene sentido alguno llamar a Culpa para que lance el espejo por la ventana. Y no tiene sentido alguno llamar a Culpa para que bañe en Rechazo a la persona que tengo enfrente porqué encontraré otro espejo y otra persona que me recordarán que mi grano, mi herida, sigue ahí, suplicando ser AMADA.
Y cuando de repente nadie es culpable de aquello que me duele a mi, mi vida cambia… ¡Cambia de escenario! Y me ilusiono, sabiéndome la encargada de mi bienestar ¡Que descanso! No dependo del otro para sentirme bien.
Existe un puente para cruzar de un a otro escenario, lo llaman el puente de la Libertad. Dicen que cuanto más a menudo se cruza en dirección a Luz, más libre te sientes, más se debilitan y disuelven la dependencia y los espejismos de Drama.
Para cruzar este puente es necesario entrenarse en el arte de Amarnos sin condiciones, lo cual se va sintiendo más fácil a medida que vamos espaciando las comunicaciones con el señor Juicio y con la señora Culpa, quienes tienen la sucia costumbre de liarnos bien liados.
También es imprescindible comprender y recordar que el otro es un espejo que nos refleja nuestros granos. El otro no tiene el poder de fabricar granos en nuestra nariz, solo de recordarnos que allí están. Repetimos: Nunca es responsabilidad del otro hacernos sentir mejor. Nunca es Culpa del otro (ni de nadie) que no nos sintamos bien.
Nuestras heridas suelen ir asociadas a creencias limitantes sobre nosotros mismos y sobre el mundo que nos rodea, creencias que hemos heredado o concluido: Yo no merezco, la vida es dura, la vida es una lucha constante, no soy capaz de triunfar, no soy digna o digno de amor, y muchas otras. Forman parte, junto a nuestras creencias liberadoras, de nuestra base de datos particular a partir de la cual se genera nuestra percepción de lo que ES.
Estas son las llaves que abren la puerta del escenario Luz o, mejor dicho, que arrojan luz sobre el escenario…
Y cuanto más representas aquí tu vida, más te acompaña otra dama muy elegante: GRATITUD. Ella desea estar siempre rodeada de todos nosotros y por ello, por las noches, cuando nos dormimos, viene a visitarnos, uno por uno y nos susurra al oído:
DESCANSA EN MI AMADO, AMADA,
DESCANSA EN MI Y DISFRUTA DEL VIAJE.